sábado, 10 de enero de 2015

Los gatitos también se van al cielo

Amo los gatos, su independencia, su aparente autosuficiencia y el maravilloso don de no perder la elegancia y la belleza para buscar cariño cuando lo necesitan y alejarse “como un gato sin dueño” cuando ya han tenido suficiente. Debe ser por eso “Balto” que nos entendíamos tan bien. Los gatos de mi niñez aparecían en mi patio y se quedaban cuando necesitaban calor, comida y arrumacos, se perdían en agosto,  algunos regresaban con las heridas de guerra de sus batallas nocturnas. Otros no volvían más, siempre pensé que esos continuaban su viaje por los techos lluviosos en busca de otro patio que los acogiera.
Tú llegaste para  quedarte. Te sacaron de esa bolsa de plástico con la que quisieron olvidarte  y a punta de jeringa mis hijos te salvaron para llegar al lado mío y compartir ocho tremendos años.
Junto a mí siempre, incondicional,  respetando mis 23 horas diarias de trabajo, el olor a pintura, los viajes y mis ausencias, mis horas  de indiferencia  que terminaban cuando  nos topábamos en el mejor momento del día. Cuando te enfermaste tus ojos me dijeron que tendría que seguir mi camino sin ti, aunque me enojé contigo pero el respeto entre nosotros siempre fue lo más importante y además la vida sabe lo que hace.
Y ya estás en otro patio, en un cielo lleno de techos donde te encontrarás con esos otros que no regresaron nunca. Te echo de menos “espacio vacío de mi corazón” pero ya nos encontraremos. Duerme tranquilo, descansa que entre tus sueños se viene el futuro, sabes que  cambiar el mundo es duro, por ahora intentaré seguir ese camino por los dos.
Buen viaje Baltito, gracias y nos vemos pronto.




No hay comentarios: